Menorca ha sido, desde la prehistoria hasta
tiempos muy recientes, lugar de paso de distintas culturas a causa de su
situación estratégica en el centro del Mediterráneo occidental, que ha
propiciado que desde los albores de los tiempos diferentes pueblos hayan
codiciado la isla como puerto de escala y refugio. Unos y otros dejaron un rico
legado histórico en la isla, que hace de Menorca una tierra con un relevante
patrimonio.
La presencia humana en la isla ha podido
constatarse desde principios de la Edad del Bronce (2.000 aC), momento conocido
como período pretalayótico. Hacia el 1400 aC el proceso evolutivo de esta
cultura produce unas grandes construcciones en piedra conocidas como talayots,
palabra que da nombre al periodo más rico de la prehistoria isleña, el
talayótico, con un singular monumento de culto llamado taula.
A partir del año 123 a.c., Menorca pasa a formar parte del
imperio romano, que trae consigo la transformación de los poblados talayóticos
y la preponderancia de tres ciudades junto a otros tantos importantes puertos:
Mago (Maó), Jamma (Ciutadella) y Sanisera (Sanitja).
Al igual que ocurrió en el resto del archipiélago balear,
tras el declive de Roma, Menorca sufrió sucesivas invasiones de vándalos y
bizantinos, hasta que a principios del siglo X se incorporó al mundo islámico,
primero vinculada al emirato de Córdoba y después al reino taifa de Denia.
Tras casi 400 años de dominio musulmán, en 1287 el rey cristiano
Alfonso III el Liberal conquista Menorca y la incorpora a la corona de Aragón y
posteriormente al reino de Mallorca. Durante el período que va del siglo XIII
al XVIII, que abarca desde el gótico al barroco, la isla fue atesorando las
principales joyas de su patrimonio artístico y arquitectónico.
Sin embargo es en esta etapa, concretamente
durante en el siglo XVI, cuando Menorca vive los momentos más trágicos de su
historia, con incesantes incursiones de piratas que producen una gran
inestabilidad entre sus habitantes, y que tendrán su punto culminante con la
destrucción, a causa de los ataques turcos, de Maó en 1535 y Ciutadella en
1558, hasta el punto que la isla estuvo a punto de quedar abandonada.
En el siglo XVIII Menorca se ve involucrada en
los avatares europeos y, como consecuencia de la Guerra de Sucesión, pasa a
manos inglesas en 1713. Durante cien años la isla será inglesa con algunos
cortos periodos de dominio francés y español. Los ingleses reforzaron las
defensas costeras y promovieron importantes obras públicas.
Los siglos XIX y XX son tan cosmopolitas como
los anteriores, el primero a causa de las continuas llegadas de escuadras
extranjeras al puerto de Maó, que durante los primeros años fue puerto franco.
De este siglo son el Lazareto y la Fortaleza de Isabel II en la Mola, los dos
en el Puerto de Maó. Por otra parte, durante el siglo XX Menorca no se libró de
verse plenamente involucrada en la Guerra Civil Española de 1936 a 1939.
El siglo XX se caracterizó también por el
equilibrio entre los sectores económicos primario, secundario y terciario,
hasta que a partir de los años ochenta ha sido el turismo el sector que más ha
crecido, y por la incorporación de la isla al proceso democrático, con el
desarrollo de las instituciones autonómicas e insulares de autogobierno.